Sé por que te
quiero tanto,
por que no te
olvido...
Un día sentiré
tus adoquines,
un día miraré tu
velódromo.
Estar presente y
cerrar los ojos
mientras los
ciclistas pasan por Trouée d’Arenberg,
escuchando el sonido de las ruedas a envolver cada adoquín.
En cada tramo un
nuevo reto que el ciclista sabe como empieza,
pero nunca como
termina,
pues el
instinto parece ser más fuerte que la estrategia delineada.
Es un bailado de
cadenas
que no se sabe si
resisten a tu imponente trazado.
En el velódromo
la gloria espera no sólo al vencedor,
sino también a
todos los que logran alcanzar tu final,
mi Infierno del
Norte...
Eres completa en
todo tu esplendor,
en un éxtasis de adoquines,
tierra, barro, asfalto y pista.
Quién te recorre
se enamora al primer kilómetro.
Eres dolor para
unos,
eres alegría para
otros,
eres inolvidable
para todos...
Paris-Roubaix, mi
amor.
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