Sé por que te quiero tanto, por que no te olvido... Un día sentiré tus adoquines, un día miraré tu velódromo. Estar presente y cerrar los ojos mientras los ciclistas pasan por Trouée d’Arenberg, escuchando el sonido de las ruedas a envolver cada adoquín. En cada tramo un nuevo reto que el ciclista sabe como empieza, pero nunca como termina, pues el instinto parece ser más fuerte que la estrategia delineada. Es un bailado de cadenas que no se sabe si resisten a tu imponente trazado. En el velódromo la gloria espera no sólo al vencedor, sino también a todos los que logran alcanzar tu final, mi Infierno del Norte... Eres completa en todo tu esplendor, en un éxtasis de adoquines, tierra, barro, asfalto y pista. Quién te recorre se enamora al primer kilómetro. Eres dolor para unos, eres alegría para otros, eres inolvidable para todos... Paris-Roubaix, mi amor.